Actualmente, la gran dependencia de los combustibles fósiles es una realidad, y es que así se genera el 80 % de la energía mundial. Esto choca drásticamente con un tema cada vez más en auge, la descarbonización, y es precisamente este hecho el que nos hace pensar en el hidrógeno como una alternativa.
El dióxido de carbono (CO2 ) es el principal enemigo del medioambiente. Sin embargo, aunque hemos ido disminuyendo sus emisiones, aún queda un camino por recorrer.
La energía calorífica es la primera que empezó a usar el ser humano quemando madera, y también la menos sostenible, ya que se producían diez elementos de carbono por cada elemento de hidrógeno.
El carbón implicó ya un avance positivo al reducir las emisiones a una décima parte con un elemento de carbono por cada elemento de hidrógeno. El petróleo —dos elementos de hidrógeno por uno de carbono— y el gas natural —cuatro elementos de hidrógeno por uno de carbono— siguen marcando la tendencia.
A pesar de estos pasos en la dirección correcta, es importante señalar que la dependencia del carbono, aunque en menor medida, nos sigue manteniendo alejados de la descarbonización, y el hidrógeno verde se presenta como una solución.
Actualmente, producimos hidrógeno gris porque usamos carbono en el proceso de generación. Para abordar una descarbonización real, es fundamental que usemos energías renovables: es entonces cuando podremos hablar de hidrógeno verde.
Un reto en la producción de hidrógeno es que no podemos disponer de este elemento como sí lo hacemos de los combustibles fósiles. El motivo es que, aunque hay hidrógeno natural y es, de hecho, el elemento más extendido de la naturaleza, suele ir acompañado de otros. Para usarlo, sin embargo, lo necesitamos en estado puro, para cuya producción requerimos energía verde.
El electrolizador, PEM o alcalino, es nuestro principal medio para producirlo utilizando energía eléctrica y agua. Para un kg de hidrógeno, necesitamos 150 kW/hora y entre 12 y 15 litros de agua. Desalar agua de mar, sobre todo en la situación de sequía actual, se presenta como una opción ideal.
El transporte, que hoy abarca el 40 % de la energía por combustibles fósiles, acapara gran parte de la atención. Sin embargo, aunque un kg de hidrógeno es capaz de proporcionar energía para que un coche recorra 100 km, esta opción pierde contra los coches eléctricos. El motivo es que la misma electricidad que se necesita para producir un kg de hidrógeno sirve para que un coche eléctrico recorra 300 km.
La movilidad ligera no es, pues, un sector en el que el hidrógeno verde sea rentable, con las condiciones actuales. Este hecho cambia cuando hablamos de movilidad pesada como los buques mercantes o los aviones.
¿Otras aplicaciones? La industria del acero, que hoy emite mucho CO2 , los fertilizantes y la industria petroquímica son ámbitos en los que el hidrógeno aparece como una alternativa a los combustibles fósiles.
No obstante, esta opción presenta todavía importantes retos que hay que asumir para despegar a gran escala:
A pesar de estos retos, sin embargo, cabe ser optimista por los factores favorables que caracterizan a España: la presencia de agua de mar que puede ser desalada para la producción de hidrógeno y la generación de energía verde a buen precio.
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