En tiempos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos, los métodos tradicionales de gestión de proyectos, que pueden ocupar meses antes de la fase de lanzamiento y validación por parte del cliente, han quedado obsoletos para la mayoría de productos y servicios. Por eso, diecisiete expertos se reunieron en 2001 para poner las bases de los Métodos Ágiles.
17 de febrero de 2001. Estación de esquí de Snowbird (Utah, Estados Unidos). Diecisiete desarrolladores provenientes del mundo del software se reúnen para cuestionar la forma en la que se estaban gestionando los proyectos desde el siglo anterior.
La metodología en forma de cascada había quedado obsoleta para el desarrollo de software. Y para muchos otros productos y servicios. Esa forma de trabajar se basaba en definir un objetivo, ejecutarlo y lanzarlo. De principio a fin. El proceso completo podía llevar semanas o incluso meses. Era un método útil en el siglo XX, cuando aún no se habían generalizado las nuevas tecnologías y los marcos de trabajo eran estables y seguros. Cuando aún no estábamos en un entorno VUCA.
VUCA significa Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo. ¿Os suena de algo? Sí, es el entorno en el que vivimos hoy en día: el mundo digital nos sorprende con nuevos avances tecnológicos casi cada día, un virus deriva en pandemia mundial y pone en jaque las cadenas de suministro de todo el mundo, los mercados son interdependientes...
En estas arenas movedizas, sería muy posible que un producto quedara obsoleto antes incluso de entregarlo al cliente. Es decir, que dejaría de satisfacer las necesidades del mercado, porque estas habrían cambiado al compás de un mundo acelerado.
En este contexto, los diecisiete desarrolladores de Snowbird firman el Manifiesto Agile y ponen las bases de un método de gestión de proyectos menos rígido y centrado tanto en las personas como en la interacción con el cliente.
Con la ayuda de Joaquim Virgili, consultor de Festo y experto en metodología Agile, hacemos un repaso a los 12 principios fundacionales que marcan la forma de generar valor con nuestros proyectos hoy en día:
1. Dar valor al cliente de forma continua y temprana: para ello, los proyectos se componen de múltiples y breves iteraciones en las que el equipo comparte los avances con el cliente.
2. Adaptarse a las necesidades y el entorno: por eso es tan importante recibir la interacción del cliente. En este sentido, la colaboración con él y la reasignación de recursos y dedicaciones para adaptarnos a las circunstancias prima por encima del cumplimiento de un contrato rígido e inamovible.
3. Realizar entregas frecuentes: a través de demostraciones y revisiones del trabajo cada cierto tiempo (normalmente, entre una y cuatro semanas).
4. Trabajar en equipo: poner a las personas en el centro del proyecto es una de las grandes aportaciones del método Agile. Por eso, la gestión de equipos multifuncionales es clave para el éxito, así como el hecho de compartir experiencias para que cada proyecto cristalice en un aprendizaje para el conjunto de la compañía.
5. Motivar a las personas: tras la definición de objetivos y subobjetivos, dar autonomía a los miembros del equipo para que los alcancen propicia que sientan el proyecto como propio.
6. Comunicarse de forma directa: son preferibles las reuniones presenciales o a través de videoconferencias, por delante de las comunicaciones escritas y más impersonales.
7. Que el servicio funcione: siguiendo un enfoque lean, es importante priorizar aquellas actividades que aportan un valor añadido.
8. Crear una cadencia de reuniones para generar hábitos en el equipo: siguiendo un flujo de interacción Scrum, es aconsejable organizar reuniones de planificación para detallar tareas, breves encuentros diarios para poner en común los avances, reuniones de revisión y reuniones para hacer balance de los resultados e impulsar la mejora continua.
9. Garantizar la excelencia técnica para aportar un valor añadido al cliente al tiempo que optimizamos los recursos destinados a ello.
10. Simplificar los productos y servicios que ofrecemos: de este modo, podemos realizar cambios de forma más rápida.
11. Contar con equipos auto-organizados, de manera que puedan elegir qué actividades realizar para alcanzar los objetivos.
12. Mejorar de forma continua: después de cada iteración, conviene revisar qué ha funcionado, qué vale la pena modificar y cómo mejorar las relaciones con los otros miembros del equipo y con el cliente.
Como podéis comprobar, aplicar la metodología Agile supone un cambio de cultura en la empresa que precisa del compromiso de la dirección, estructuras menos jerárquicas y recursos para implementarla. Una buena forma de introducir a nuestra compañía en esta forma de trabajar es a través de la organización bimodal, que consiste en compatibilizar las metodologías tradicionales y la experimentación con nuevos modelos que nos permitan crecer en el futuro.