Artículo del 24 de noviembre de 2017
La nieve y el hielo hacen que conducir en invierno sea un poco resbaladizo. La sal que se esparce permite que sea algo más seguro, pero no solo perjudica el medioambiente, sino que también puede dañar las piezas metálicas del coche. La sal alcanza el metal de la carrocería, hace que se formen burbujas en la pintura y, por último, genera descamación y corrosión. La resistencia de un material frente a la corrosión puede comprobarse en procedimientos de prueba estandarizados, por ejemplo, en la cámara de niebla salina.